Creaciones de Josefina Antoni
jueves, 22 de febrero de 2018
lunes, 5 de febrero de 2018
Sur
Microcuento
Espiábamos al extranjero invasor en zona de operaciones. Como al Kursh, con un certero misil nos mandaron al fondo del mar.
Espiábamos al extranjero invasor en zona de operaciones. Como al Kursh, con un certero misil nos mandaron al fondo del mar.
lunes, 25 de abril de 2016
Cuento finalista en convocatoria de Editorial Dunken
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Alas |
Yo sabía poco de diseño de modas, pero me gustaba eso de dibujar ropa. La libertad del trabajo me encantaba porque, aprobado el diseño, la realidad era toda mía. Como correr a campo abierto sobre el pasto húmedo. Sólo la tela, yo y las imágenes que imprimía, mezclando colores de gotas de lluvia, pétalos de flores, hojas de otoño, mariposas, colibríes y lo que quisiera. Era una voluptuosidad burbujeante. Era extender las alas en el espacio infinito. Haber nacido para hacer lo que hacía. Siempre concentrada, casi no hablaba con mis colegas. No sospeché entonces, los nubarrones que vendrían.
La fábrica creció y contrataron una contadora, Yésica. Mujer joven, pelirroja, pulposa, ni gorda ni flaca, atrayente, con sus polleras cortitas, sus caderas ondulantes, unos ojazos negros que te recorrían por dentro y su sonrisa inocente.
Él seguía viniendo al trabajo con normalidad, pero a veces se iba un poco antes con otra empleada, para mi sorpresa, aunque seguía con Yésica.
Yo la telefoneaba para saber cómo iban las cosas, pero sólo hallé silencio. Insistí con las llamadas pero, o nadie atendía, o atendía él y decía que ella estaba descansando. Esto se repitió por varios días y me puse como león enjaulado. Algo raro estaba pasando. Por esto, fui a la casa directamente, sin saber qué sucedería. Fue él, muy tieso, quien abrió la puerta. Le sorprendió mi llegada, pero no pudo dejarme afuera y me hizo pasar. Está en la pieza del fondo, dijo. No sé qué le pasa.
Yésica, echada en posición fetal sobre un camastro sucio, tenía los ojos cerrados y una baba pegajosa lamía su rostro y sus cabellos. Hurgué los trapos, para darle una mejor posición y descubrí espantada que no tenía control de esfínteres. Semejaba un pájaro con las alas rotas. Con veinticinco kilos menos. No sabiendo qué hacer resolví encarar al hombre, a riesgo de perder mi trabajo: ¿por qué está así?, pregunté, como un inquisidor con derecho a saberlo todo.
La fuerza de mi palabra lo tomó de sorpresa. Respondió que había tomado varios frascos de pastillas, no sabía de qué. ¿Y Ud. no ha llamado un médico? ¿Cuántos días lleva así? ¿Quiere verla muerta, o qué?
El hombre trató de hablar con ella, que en un esfuerzo desesperado, quiso pararse y cayó redonda al piso, mientras gritaba: ¡no quiero verte más, animal infiel!
Yo estaba desquiciada, por lo sucedido. Después de levantarla dije al hombre, con toda la autoridad de la desesperación: ella no puede hablarle, ha destruido su ilusión; váyase de la casa; yo me haré cargo; me mudaré aquí para que Ud. no vuelva; lo tendré al tanto.
No podía creer lo que estaba haciendo: llamé un cerrajero y cambié las llaves de la casa.
Mansamente él se fue y yo me mudé con Yésica. La atendí hasta que pudo recobrarse. Pero ella no era la misma, aún decía incoherencias; empezó a comer un poco, pero era un esqueleto con piel. A veces me miraba con recelo, sin reconocerme.
Pasado un mes, ella mejoró y yo regresé a mi hogar. Días después, titubeante, me llamó por teléfono. Quería avisarme que le había dado a él, las nuevas llaves de la casa. No te enojes, dijo, yo lo quiero y creo que él también.
¡Revelación de pesadilla! Volví sobre mis telas que me decían que “sólo una cosa no hay, es el olvido” (J.L.B.). Rezumando experiencia de locura, dolor y traición, mis alas no estaban rotas, pero no eran las de antes. No eran más pesadas, sólo distintas.
lunes, 18 de abril de 2016
Zapatero
ZAPATERO
Cuando las suelas
de mis zapatos se
agujerearon,mi vecino me dijo
que por ahí cerca,
un buen remendón, sólo a la vuelta,
me daría solución
para mi pena.
y a cuadra y media
hallé una cortada
que atravesaba la mitad
de una calle.
Calzada con resabios
muy coloniales,
con pedazos de piedras,
que apisonadas,
permitían caminarla.
-¿Quién las pisó
antes?,
les preguntaba,admirada de ver
sus bordes desgastados
de larga data.
-Por aquí vinieron,
me respondieron,
sufridos cargadores
de las carretas.
Transpirando la
historia lleguéal letrero
que el tiempo había borrado
casi del todo,
pero, si con paciencia
se deletreaba,
sobre vieja madera,
aún se leía
“zapatero”, colgando
de una cadena.
Casi como robando
empujé las puertas,apenas sostenidas
por unas cuerdas.
Adentro un hombre oscuro
estaba sentado
tras una vieja mesa
también oscura
cubierta de zapatos
de todo tipo.
Y el hombre en su cueva oscura,
con sus manazas,
ciertamente curtidas, amarronadas,
tomó con ojo experto
las suelas de mis zapatos agujereadas.
Venga mañana, dijo,
son treinta pesos.
Mientras yo ya me iba
Don Casimiro, tratóde colocarlos en un estante.
Y cuando se paraba pude observarle
que una pierna tenía
sólo colgada
y un bastón le ayudaba,
por equilibrio,
a mantenerse de pie
tras su mesada.
De reojo me vio
que le mirabay una sonrisa yerta
se atravesaba
arriba del colmillo
del lado izquierdo.
Hay gente
que sobrevive,me fui pensando,
detrás de muchas
penas, con gran esfuerzo
y aún pueden
sonreir
sin desazones,
aceptando la suerte
que les tocara.
Quizás él fue otro
más
de aquellos
cargadoresque gastaron su vida con la pobreza,
para llenar bolsillos de
ricachones.
Porque era trabajador
este Casimiro.
¡No pudo hacerse pobre
sin una causa!
miércoles, 17 de febrero de 2016
POESIA PREMIADA
AMOR PERDIDO
En un rincón del tiempo
donde también se agazapan las
distancias,
hallé tu mirada suplicante
que sin llanto lloraba
mi caricia.
No sé por qué el silencio
se arrebujó en las sábanas,
para que nada pasara
y el momento huyó por la
ventana,
cabalgando en el rayo de luna
clandestino,
que se había arrastrado
hasta mi alfombra,
arrebatándote de mi destino.
Por culpa de urgencias
cotidianas,
como el agua que escapa
presurosa,
entre los dedos de la mano,
dejé que fueras un recuerdo,
una huella mnemónica en mi
mente ocupada
¡Y te pierdo!
Lo importante quedóse
acuclillado,
transformado en anhelo
y ya no pude recoger las
flores
en la primavera anochecida.
El otoño estaba amarillando
los prados de mi vida.
Casi al final del recorrido
me repliego sobre los pasos
idos
y un dolor ensangrentado me
atraviesa
para llorar aquel amor
perdido.
¿Por qué? me digo.
¿Por qué lo dejé ir?
¿Por qué no está conmigo?
Y el silencio responde,
enmohecido
en el rincón del tiempo.
sábado, 3 de enero de 2015
El llamado
EL LLAMADO
Cuando pasaste a mi lado
hace ya tanto tiempo,
yo era sólo una niña,
con las alas imberbes,
que alistaba su vuelo,
temerosa del viento,
del sol de los caminos,
de las noches sin luna,
del amor no nacido.
Pero escribía poesía
y pintaba paisajes
y angelitos dormidos
en pesebres vivientes.
Y tu mano maestra
siempre estaba presente
para alentar mis vuelos.
Entonces ya soñaba
con las lunas gigantes
de los atardeceres,
conque Dios me tomara
con su infinito brazo
y yo fuera la sierva
de todas las bondades,
atendiendo a los pobres
de ciudades lejanas,
curando las heridas
de cualquier latitud
con ninguna medida,
sólo la infinitud
de la mano divina.
Yo era el brazo silente
de todos los esfuerzos.
Era todas las Rosas,
todas las Catalinas.
Yo era también Franciscos
y escribía sin descanso
Cantar de los Cantares.
Con cilicios sangrantes
pasaba madrugadas
y el sueño se perdía
detrás del horizonte,
más allá de los mares;
por sobre los volcanes
de lava incandescente
mis pies no amilanaban
su intrépido pasar.
Perdido en el recuerdo
que los años brumaron
siempre iba de la mano
de un Dios que me guiaba.
La vida fue pasando
sin descansar un día.
Los hechos me llevaron
a ser una maestra
de niños y de jóvenes.
De todos esos sueños
sólo se concretaron
mis clases bien armadas
para iluminar mentes
de saberes faltantes.
Eso sí, puse esfuerzo
y noches desveladas.
Y todo mi cariño
para ser instrumento
No sé si fue bastante,
pero fue lo que hice.
A veces veo mis manos
por cierto que arrugadas
y el espejo devuelve
el rostro de una anciana.
Como mi padre dijo
pasando los noventa:
¿cuándo pasó la vida?
Como una luz brillante
vi que pasó muy rauda
y yo me quedé mirando
el rastro que dejara.
Pero vuelvo al espejo
Y una niña sonriente
está mirando al mundo
con las alas abiertas
para emprender el vuelo,
porque la vida es sueño,
como dijo La Barca
y los sueños, sueños son.
domingo, 16 de noviembre de 2014
SOBRINA
SOBRINA
El manto que te cubre,
la mano que te asiste,
la palabra que guía
y por encima de todo,
todo lo que necesites:
Ese ha sido mi anhelo
para la hija que no tuve
y siempre fuiste.
Pero de pronto el vuelo
se ha tornado caída
y ahora entiendo,
quizás demasiado tarde,
que sólo por darte,
te he perdido.
La niña ya mujer
me ha convertido
tan sólo en su acreedora
y no merezco
ni las cuatro monedas
que te cobran
por usar el teléfono.
A veces, en noches desveladas
me pregunto
qué debió ser distinto,
mas no encuentro
sino el rudo silencio
y se agigantan,
las sombras de la noche,
allá en el techo.
Cuando al alba,
retomo mi desgarro,
lo acaricio,
contorneando sus bordes,
mi suplicio.
Los ojos de mi padre
en la distancia,
parece que me dicen:
“Sólo estás obligada
a hacer el bien
para acrecer la energía
del universo.
Lo demás, comprende hija,
lo demás, es fortuito”.
Sí, creo que debe ser así,
Pero un hueco me ha quedado dentro.
lunes, 2 de junio de 2014
Lo importante
LO
IMPORTANTE
Yo
siempre espío las huellas
que vas dejando.
Pero
no acierto a entrelazar
nuestras
palabras.
Quizás
el ciber sea el lugar ideal.
Me alegró verte de lejos,
el otro día…
Me convocó lo
efímero del tiempo.
Vi la mirada
torva de una colega,
que tanta
envidia me mostró siempre,
por bajo sus pelusas de gata persa.
Todo volvió a
estar ahí.
En el espacio
compartido de los bordes
y el
espacio vacío del medio,
que nos
separaba.
Con dos
escaleras en desuso,
la que yo no
subí
y la que vos
no bajaste.
Lo urgente es
tal vez más urgente
que lo
importante,
y lo hace
parecer prioritario.
Estando ahí,
me sentí
fuera de
lo urgente-importante.
Sólo tengo las
alas para volar lejos
o
cerca, asentarme al borde de la ventana
para espiar
dentro y
luego
emprender mi vuelo
hasta el nido
de la palmera más alta,
de cara al
sol, mirando cómo corren abajo
los autos
apurados de hombres apurados
en sus cuatro
por cuatro. Y el chico de la gorrita
al revés, que
ofrece cuidarte el auto,
para con dos
monedas comprarse un pan.
Recuerdo mi
vocación de maestra
y volver a
reencontarme con los principios,
con lo
importante.
Quizás ganando
menos,
quizás
perdiendo más para ganar más.
Y ser dueña de
volar.
domingo, 20 de abril de 2014
Homenaje pascual a los pobres
HOMENAJE PASCUAL A
LOS POBRES
ZAPATERO
Cuando las suelas
de mis zapatos se
agujerearon,
mi vecino me dijo
que por ahí cerca,
un buen remendón,
sólo a la vuelta,
me daría solución
para mi pena.
Presta salí a
buscarlo
y a cuadra y media
hallé una cortada
que atravesaba la
mitad
de una calle.
Calzada con resabios
muy coloniales,
con pedazos de
piedras,
que apisonadas,
permitían caminarla.
-¿Quién las pisó
antes?,
les preguntaba,
admirada de ver
sus bordes
desgastados
de larga data.
-Por aquí vinieron,
me respondieron,
sufridos cargadores
de las carretas.
Transpirando la
historia llegué
al letrero
que el tiempo había
borrado
casi del todo,
pero, si con
paciencia
se deletreaba,
sobre vieja madera,
aún se leía
“zapatero”, colgando
de una cadena.
Casi como robando
empujé las puertas,
apenas sostenidas
por unas cuerdas.
Adentro un hombre
oscuro
estaba sentado
tras una vieja mesa
también oscura
cubierta de zapatos
de todo tipo.
Y el hombre en su
cueva oscura,
con sus manazas,
ciertamente curtidas,
amarronadas,
tomó con ojo experto
las suelas de mis
zapatos agujereadas.
Venga mañana, dijo,
son treinta pesos.
Mientras yo ya me iba
Don Casimiro, trató
de colocarlos en un
estante.
Y cuando se paraba
pude observarle
que una pierna tenía
sólo colgada
y un bastón le
ayudaba,
por equilibrio,
a mantenerse de pie
tras su mesada.
De reojo me vio
que le miraba
y una sonrisa yerta
se atravesaba
arriba del colmillo
del lado izquierdo.
Hay gente
que sobrevive,
me fui pensando,
detrás de muchas
penas, con gran
esfuerzo
y aun pueden
sonreir
sin desazones,
aceptando la suerte
que les tocara.
Quizás él fue otro
más
de aquellos
cargadores
que gastaron su vida
con la pobreza,
para llenar bolsillos
de
ricachones.
Porque era trabajador
este Casimiro.
¡No pudo hacerse
pobre
sin una causa!
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